La conservación de los grandes carnívoros se ha convertido en uno de los grandes retos para la conservación de la biodiversidad a lo largo y ancho del planeta, incluso mayor en áreas densamente pobladas como ocurre en el continente europeo. La prestigiosa revista Science publicó en 2014 un estudio donde se aprecia una leve mejoría en el estado de las poblaciones de estas especies predadoras (osos, lobos, etc.) en la vieja Europa (Chapron et al 2014).
La conservación de los grandes depredadores se ha convertido en uno de los grandes retos para la conservación de la biodiversidad en el planeta
Nosotros mismos hemos tenido la fortuna de registrar la actividad de algunas de estas especies en los montes gallegos, como en el caso del lobo ibérico.
Los resultados del trabajo en base a series históricas con datos sobre el oso pardo (Ursus arctos), el lince boreal (Lynx lynx), el lobo gris (Canis lupus), y el glotón (Gulo gulo) en el viejo continente, muestran que aproximadamente un tercio de la Europa continental alberga al menos una especie de gran carnívoro, con una abundancia estable o en aumento en la mayoría de los casos. Las razones de este éxito general de conservación incluyen la legislación sobre protección, la opinión pública a favor, y una variedad de buenas prácticas que hacen posible la coexistencia entre grandes carnívoros y las personas. La situación europea revela que estos y la gente pueden compartir el mismo territorio.
Los últimos censos de oso pardo cantábrico indican un incremento de la subpoblación occidental

A nivel más local, en nuestros país, los últimos censos de oso pardo cantábrico indican un incremento de la subpoblación occidental, superando los 200 efectivos en el último censo del 2016 (datos de la Fundación Oso Pardo), donde se estima una importante tasa de crecimiento anual del 10,6% confirmando el buen momento reproductivo y la tendencia demográfica positiva desde mediados de los años noventa.
Y como no, nosotros hemos estado allí para comprobarlo en primera persona.
En el núcleo oriental cantábrico se mantiene una población de 40 osos, que históricamente ha sido un poco más inestable, aunque en los últimos años se estima una tasa de crecimiento anual del 6,3%.

La situación de los osos en Pirineos es totalmente diferente, donde la población autóctona se extinguió y los dos núcleos existentes se mantienen gracias a osos reintroducidos de otros países como Eslovenia, con una subpoblación occidental de dos osos y otra oriental de 35-40 osos.
La conservación de los grandes carnívoros es crucial para la regulación de la estructura trófica de los ecosistemas
La conservación de los grandes carnívoros es crucial para el ecosistema en general, y en particular en la regulación de su estructura trófica. Un espectacular ejemplo de esto es el efecto cascada en la cadena trófica en un ecosistema que ha tenido la reintroducción de los lobos en el famoso Parque Nacional de Yellowstone. La re-introducción del lobo gris en Yelowstone ha sido considerada por la National Geographic entre una de los en los 46 mayores hitos en la protección del medio ambiente.
Antes de la llegada de los lobos, el número de wapitís (Cervus canadensis) se había disparado. En consecuencia, la vegetación natural se encontraba seriamente mermada. Los lobos empezaron a cazar wapitís lo que desembocó en una reducción de las poblaciones de estos ungulados; además de un cambio en su comportamiento. Atemorizados por el nuevo depredador, dejaron de frecuentar los lugares más desprotegidos como los fondos de valles. E inmediatamente, en esas zonas comenzó a regenerarse la vegetación natural. En algunos sitios, la altura de los árboles se quintuplicó en sólo 6 años.
Las orillas desforestadas de los ríos pronto se cubrieron de vegetación. Detrás de ellos llegaron las aves forestales, y la biodiversidad se incrementó considerablemente. De esta manera aparecieron los castores, impulsores natos de presas que modifican el curso de los ríos. Los lobos estaban modificando indirectamente el paisaje. Hasta tal punto que se redujeron los efectos de la erosión, estrechado los cauces, generado lagunas y remansado rápidos. Esas presas de los castores y nuevos biotopos dieron cobijo a peces, anfibios, reptiles y mamíferos como la rata de agua o la nutria. Al desaparecer los coyotes aumentaron los ratones y los conejos, oportunidad que supieron aprovechar aves rapaces, comadrejas, zorros y mofetas. Las poblaciones de carroñeras también se beneficiaron enormemente de todos esos restos animales dejados abandonados por los lobos. Incluso los osos, quienes además de la carroña también disfrutan de una cantidad inusitada de frutos y bayas.
Todos estos efectos fueron muy interesantes e inesperados. Es así cómo un pequeño número de lobos no sólo ha logrado modificar el ecosistema de un espacio tan inmenso como Yellowstone, sino que incluso ha sido capaz de cambiar su fisonomía.
Íntimamente relacionado con este último ejemplo, la revista Nature Communications ha publicado la confirmación experimental de que el miedo a los depredadores apicales de la de un ecosistema pueden provocar efectos en cascada a lo largo de la cadena trófica (Suraci et al. 2016). Estos y otros resultados refuerzan la necesidad de conservar los grandes carnívoros dado el «servicio medio-ambiental» que estos llevan a cabo.