Las reservas marinas de interés pesquero se crean con un objetivo claro: aumentar el beneficio para los pescadores. Este beneficio puede ser pescar más individuos, o mayores ejemplares, o ambos. Este proceso suele funcionar en dos pasos: en primer lugar aumenta la densidad y el tamaño de los individuos dentro de la reserva marina; después la reserva se queda sin recursos para todos estos nuevos individuos por lo que se ven obligados a salir de la reserva donde ya pueden ser pescados. Aunque esto ya podría considerarse beneficioso para los pescadores, el beneficio neto (real) de una reserva marina debe empezar a contarse cuando el incremento de capturas en el exterior de la reserva compensa la pérdida del caladero que suponía el espacio donde ahora se ubica la reserva. La teoría es clara, pero a estas alturas lo cierto es que la evidencia de que esto sea así en reservas marinas reales es extremadamente escasa. El primer paso descrito arriba (aumento de densidad y tamaño dentro) es bastante lógico y de esto si hay evidencia empírica (Halpern 2003). Y mucha. En todo tipo de reservas y con todo tipo de organismos. Por ejemplo, dentro de la red de pequeñas reservas marinas de la costa de Noruega, el bacalao y el bogavante están aumentando en número y en tamaño (Moland et al. 2013) y su mortalidad se reduce rápidamente en comparación con las zonas pescadas (Fernández-Chacón et al. 2015). En España, el efecto de la reservas de las Columbretes es parecido en la comunidad de peces aumentando la abundancia, diversidad y tamaño de los habitantes de la reserva (Stobart et al. 2009). Lo complicado de demostrar es el paso 2. En primer lugar es necesario demostrar que hay un movimiento neto de dentro de la reserva hacia afuera. Esto no quiere decir que no entren individuos en la reserva; si no que los que salen, son más que los que entran. De este proceso también hay evidencia, aunque menos. Uno de los mejores ejemplos proviene de nuevo de la reserva de Columbretes, donde se ha demostrado un flujo neto hacia el exterior de la reserva en la langosta Palinurus elephas (Goñi et al. 2010). Lo complicado es demostrar que esa exportación neta compensa y supera la pérdida de espacio disponible para la pesca. De esto no hay tanta evidencia, pero cabe mencionar el trabajo de Kerwath et al. en 2014.
Un reciente trabajo complica más la historia y añade un grado de complejidad a los procesos que pueden determinar la efectividad de las reservas marinas. El trabajo, titulado Potential of contemporary evolution to erode fishery benefits from marine reserves acaba de ser publicado en la revista Fish and Fisheries. En él se combinan conceptos de pesquerías, comportamiento y evolución, y se propone que cuando se crean reservas marinas demasiado pequeñas para la especie/s a proteger, el resultado puede ser nefasto. El razonamiento se basa en que el comportamiento de los peces no es aleatorio, si no individual y muy probablemente hereditario (puedes volver a leer como se mueven los peces en nuestro post, y la personalidad de los peces aquí). Si nos fijamos en el home range de una especie (su área de campeo), se ha observado que en algunos individuos es mayor que en otros una vez descontados otros efectos como el tamaño del pez, su sexo o la época del año (aquí presentan evidencia de esto). Es decir, en un escenario de protección espacial (como una reserva marina), algunos peces se moverán siempre por dentro de la reserva y otros, en algún momento del día o del año, saldrán hacia la zona pescada. Los que salen se exponen a la pesca (especialmente de esos barcos que pescan cerca del borde de la reserva porque allí se espera un mayor efecto de la reserva) y tienen por lo tanto mayor posibilidad de morir en comparación con los que nunca salen. Es más, la probabilidad de ser capturado va a ser mayor cuanto mayor sea el área de campeo del individuo.

Desde un punto de vista evolutivo, lo que el trabajo expone es que los peces con una mayor área de campeo pueden ser progresivamente eliminados de la población, alcanzándose un punto en el que todos los individuos (y sus genes) que podían salir de la reserva ya se han eliminado reduciendo así (o eliminando por completo) los beneficios de la reserva para los pescadores. Dentro de la reserva quedarán los individuos que se mueven menos y con pocas o nulas posibilidades de hacer excursiones tan grandes que los expongan a la pesca fuera de la reserva. Es decir, poco o nada interesantes para los pescadores (quizás sí para otros usuarios de la reserva).
No hay que descartar, en todo este mecanismo, otros factores que pueden afectar (acelerar o reducir) el proceso arriba descrito como factores denso-dependientes o flujo genético, y que el lector interesado podrá descubrir leyendo todo el trabajo. Como casi siempre en ciencia, la teoría avanza mucho más deprisa que la evidencia empírica, y en este caso futuros trabajos determinarán si lo que propone este trabajo está ocurriendo en el medio y es detectable, y su importancia para la conservación de las poblaciones y el medio de vida de los pescadores.
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